Muchos jóvenes hoy en día están dispuestos a dedicar los mejores años de sus vidas a su carrera.
Por un buen sueldo viajan alrededor del mundo. Si el éxito profesional lo requiere cursarán estudios durante diez años enteros, aprenderán de memoria largos y difíciles papeles o herirán sus dedos casi hasta los huesos con tal de ser músicos.
La pregunta decisiva es qué objetivo o quién merece que yo invierta mi vida, mi unica vida en él.
En la segunda parte del libro William MacDonald se dirige a los padres de jóvenes para ayudarles a orientar a sus hijos en las grandes decisiones de la vida. Hoy, lo normal y corriente es que padres e hijos deseen que el Señor bendiga la vida y la carrera que ellos elijan, en lugar de consultar al Señor y dejarle escoger a Él lo mejor.
Estamos criando una generación que no va a dedicar sus mejores talentos a Cristo, sino a una gran sociedad anónima. Harán por el dinero lo que no harían por el Maestro.
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