Desde el principio de los tiempo, las sociedades paganas han tratado de influir en los creyentes. El problema surge cuando no es posible distinguir entre ellas y el pueblo de Dios.
El profeta Jeremías vivió en similares circunstancias. Los escogidos del Señor querían imitar a las naciones circunvecinas y adorar a sus dioses en lugar de confiar en Dios, dependían de sus alianzas con países más poderosos. El ministerio de este profeta consistió en exhortarles a que se volvieran a Jehová y cumplieran su ley,
También nosotros vivimos en una situación semejante. Muchas personas asisten a la iglesia los domingos pero viven lejos de Dios el resto de la semana, siguiendo los dictados de la moda y conformándose a ellos. El estudio del libro de Jeremías debe animarnos a vivir como gente distinta. Nuestro modelo debe ser el Señor Jesucristo; nuestra regla, la Palabra de Dios; nuestro deseo, andar en comunión con él y nuestro propósito, glorificar a Dios con nuestra vida.
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