España, el más católico de los países, también tuvo su Reforma y sus herejes protestantes. Lamentablemente, casi todos los protestantes españoles de la primera época, o bien han caído en el olvido, o bien sólo se conocen por la lectura de La historia de los heterodoxos, salida de la pluma de ese gran reaccionario católico que fue Menéndez Pelayo.
Aquellos primeros reformadores españoles, los Valera, Corro, Reina, Pineda, etc., fueron, sin embargo, los creadores de tratados y epístolas que tuvieron una honda repercusión en Europa, como prueba el hecho de que algunas de estas obras fueran traducidas enseguida a varios idiomas.
Uno de esos reformadores españoles fue Antonio del Corro, el autor de los opúsculos con los que se inicia esta colección. Lo más característico de este partidario sevillano de la Reforma fue la combinación de su espíritu humanista de concordia, que le llevó a ser un firme defensor de la libertad religiosa –incluso para los papistas– con su firme defensa de una confesión de fe que en –líneas generales– tenía una clara inspiración calvinista.
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