Después de haberse visto obligado a permanecer en Ginebra Juan Calvino creyóque la enseñanza de la fe reformada necesitaba un breve tratado accesible a todos, que sirviera de catecismo para toda la Iglesia.
La fama de "catecismo" ha dejado injustamente en la sombra este tratado, cuyos méritos, sin embargo, son y siguen siendo extraordinarios. Su concisión, la nobleza de su estilo, la admirable profundidad de su pensamiento, la elevación de las directrices prácticas de cada párrafo la convierten a nuestros ojos, hoy como ayer, en un opúsculo admirable para la evangelización y consolidación de la fe.
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