El libro de Jueces presenta cómo el pueblo de Israel no ocupó la tierra prometida por acarrear divisiones, celos, cargas del pasado y alianzas con pueblos paganos. De tal experiencia debemos aprender a: creer en las promesas de Dios para estos tiempos, determinar con firmeza que no adoptaremos uniones con el espíritu del mundo y obedecer a Dios siguiendo sus instrucciones para la conquista. Necesitamos sanar todas las heridas recibidas ya fueran en el pasado o presente, es decir las que abrieron cuando no conocíamos a Cristo y hasta las de después de aceptarlo, todas tienen que ser genuinamente sanadas para que la manifestación mundial de la gloria de Dios se imponga. Cuando una persona se siente lastimada se le hace muy difícil pensar en la necesidad y salvación de otros. Es por ello que debemos preparar el corazón y sólo así le daremos cabida al avivamiento que tanto añoramos. Él desea sanarnos porque desea usarnos. Este libro no es un aviso, ni tan siquiera una oración ni una intercesión. El mensaje de estas páginas es una declaración profética. Entraremos en las promesas que Él ha hecho porque nos dejaremos sanar.
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