Israel acababa de pasar más de setenta años en un desierto espiritual, como cautivos del pueblo babilónico. Dios les había castigado por su desobediencia e idolatría mandándoles al exilio, donde reconocerían que vivían en una sequía espiritual. Aunque estaban lejos de Dios, Él no se había olvidado de ellos. Estaba consciente de sus necesidades físicas y espirituales tenía un programa para restaurarles si tan sólo estuvieran dispuestos a regresar a Él.
Se encontraban en un punto decisivo en su historia; comenzaba una nueva generación, una nueva relación con Dios, una confirmación de las promesas, que culminarían en el cumplmiento de los pactos prometidos desde los días de sus antepasados. El libro de Zacarías les anuncia estas buenas noticias.
Para que Israel gozara esa bendición, tendría que obedecer Su Palabra. Nosotros también debemos aprender esa lección. Para gozar de la misericordia de Dios, tenemos que escuchar su voz. Si no le hacemos caso, seguiremos en sequía espiritual semejante a la qe había afectado a Israel. Se espera que esta demostración del cuidado de Dios, nos anime a reconocer su autoridad sobre nuestra vida y nos motive a vivir conforme a su Palabra.
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