Amor y Verdad no deberían separarse en la experiencia cristiana. Por desgracia, somos dados a los radicalismos más extremos. Corremos el peligro de que, al hacer hincapié en la Verdad, perdamos de vista el amor y caigamos en una ortodoxia fría, fiel pero insensible, que olvida el gran principio de Pablo: "la fe que obra por el amor". En la otra orilla extrema se pone el acento en la tolerancia y la misericordia, pero al precio de perder todo respeto por la Verdad revelada. No nos sorprende que haya llegado el momento en que "amor" sea sinónimo de sincretismo y relativismo y "verdad" un término convertible en fanatismo o intolerancia. Pero esta dicotomía, que hace diferencia entre la Verdad y el amor, se halla ausente de toda la Biblia. En la Escritura, la Verdad y el amor no solo van juntos, sino que se complementan ineludiblemente.
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