Mediante el uso de este libro se anima al estudiante a estudiar la doctrina bíblica y a descubrir su lugar exaltado en la vida cristiana. El verdadero cristiano no puede soportar ni aun sobrevivir un divorcio de las emociones y el intelecto, ni entre la devoción a Dios y la doctrina de Dios. Según las Escrituras, ni nuestras emociones ni nuestras experiencias nos dan los cimientos adecuados para la vida cristiana. Solamente las verdades de la Escritura, entendidas por la mente y comunicadas mediante la doctrina, pueden proporcionar aquellos cimientos sólidos sobre los cuales podemos establecer nuestras creencias y nuestro comportamiento, y también determinar la validez de nuestras emociones y experiencias. La mente no es enemiga del corazón, y la doctrina no es obstáculo a la devoción. Ambos son indispensables y deberían ser inseparables. Las Escrituras nos mandan que amemos al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente (Mt. 22:37), y que adoremos a Dios en espíritu y en verdad (Jn. 4:24).
El estudio de la doctrina es una disciplina intelectual y devocional. Es una búsqueda apasionada de Dios que debería llevar al estudiante a una transformación, obediencia y sincera adoración personal mayor. Por esto, el estudiante debe tener cuidado de no cometer el gran error de buscar solamente el conocimiento impersonal en vez de buscar la persona de Dios. Ni la devoción mecánica ni los afanes meramente intelectuales son provechosos, porque en ambos casos se pierde a Dios.
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