¡Con qué gusto se pueden contemplar hoy en nuestro suelo las flores de la libertad de conciencia! Sin embargo, si se miran atentamente esas plantas, encontramos tantas veces sus raíces insertas en cárceles, torturas y muerte.
Juan Pérez de Pineda (Montilla, Córdoba) nos muestra en esta obra la verdadera naturaleza de la libertad. A pesar de la oscura mazmorra en la que se encuentran, describe su belleza a los destinatarios de la Epístola Consolatoria.
El cielo y la luz de Sevilla se tornan nubes de humo y muerte para los que están en la cárcel de la Inquisición de Triana. Ese contraste de luz y muerte aflora en la obra de Pérez: la belleza del lenguaje se junta con la fuerza de las palabras que nacen de un corazón "sintiente" y convencido. Cuanto más se bajan los escalones de las prisiones, más se eleva la mirada y el lenguaje de las promesas que hacen libres en medio de las cadenas.
El dolor, la incomprensión, siempre desterrados, convierte a los reformadores españoles en uno de los ejemplos más claros de la llamada Reforma de los Refugiados. Sin ciudad permanente donde cobijarse, sin ejércitos que guarden su sueño, sólo tienen una espada que empuñar, de la que es habilísimo maestro el autor de esta obra, la de las promesas de la Palabra.
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