De todo lo espiritual lo más sublime es lo evangélico, lo que emana del evangelio, la buena noticia que hace sombra a la mala, dando esperanza a los desesperanzados. Y esto lo hace Antonio Torres con sus poemas, pero de una forma honesta y realista; no se limita a pintar los tonos claros y alegres, sino también el necesario fondo oscuro del pecado humano, del dolor y del sufrimiento, que hace resaltar el enorme alivio del evangelio.
Lo que le da a cada poeta su identidad propia son sus obsesiones; y la sana obsesión de Antonio Torres es, sin duda, la cruz de Cristo, a la que vuelve una y otra vez, convirtiéndose así el centro del mensaje cristiano en el corazón de la obra del poeta, y el lugar de nuestra salvación en el lugar de encuentro entre el que escribe y el que lee.
247 pp. (Antonio Torres Villén, 2012)
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